"Si viene con dinero, será bien recibido". Esta es la frase más oída en los últimos días en el Racing de Santander, y es que otro multimillonario asiático parece haber fijado sus ojos en un equipo de nuestra liga. El Racing puede darse por bendecido.
Es este un fenómeno algo arbitrario pues, muy probablemente Ahsan Alí Syed nunca había oído hablar hace unas semanas del Racing, ni sabe aún donde está exactamente Santander, pero lo cierto es que ha decidió invertir, y quién sabe si cambiar la historia del club cántabro.
El petróleo hace tiempo que inundó de dinero a las élites de Oriente Medio, pero su pasión por el fútbol es algo más reciente. A finales de los 90, Catar se empeñó en convertir su campeonato en un cementerio de ilustres elefantes del fútbol europeo. A golpe de talonario, los catarís consiguieron convertir su país en un retiro dorado para grandes estrellas venidas a menos como Effenberg, Batistuta, Romario, Fernando Hierro, o Pep Guardiola.
Ya en el siglo XXI, los jeques del Golfo Pérsico se han lanzado a la conquista del nuevo mundo comprando maltrechos clubes europeos, a los que la nefasta gestión de sus viejos propietarios, y las exigencias del futbol moderno, han llevado a la ruina.
Para ser justos no podemos olvidar a los pioneros multimillonarios que acometieron la aventura de comprar un club de fútbol extranjero. En nuestro recuerdo siempre estará el bueno de Dmitry Piterman, ese ucraniano con vocación de entrenador y con alma de ultra.
Compró precisamente el Racing en 2003, pero su mala relación con el resto de accionistas le llevó a abandonar el club. Un año después decidió probar con el Alavés, al que ascendió a Primera para regresar, un año después a la división de plata. Repudiado por la afición y, tras haber multiplicado la deuda del club, el ucraniano abandonó su aventura futbolística en 2009.
Más prolífica fue la andanza del ruso Román Abramóvich. Según cuenta, se enamoró del fútbol tras ver un Manchester United - Real Madrid (4-3) de Champions League. Ante este flechazo, decidió echar mano de unos ahorros y compró un histórico club londinense, el Chelsea.
Tras una inversión sin complejos ha conseguido llevar a la élite del fútbol europeo a un club que tan sólo había ganado una liga en 1955 y dos Recopas de Europa en el 71 y 98. En los últimos años parece que se ha cansado de derrochar dinero, y el Chelsea se ha moderado en sus transacciones veraniegas.
En los últimos años, quizás alentados por el éxito del Chelsea de Abramóvich, otros multimillonarios extranjeros decidieron aventurare en la Premier. Los Glazer, compraron el Manchester ante el rechazo generalizado de la afición. Carson Yeung, de Hong Kong compró el Birmingham y el malasio Dato Chan Tien Ghee se hizo con el Cardiff en 2010. También el pasado año, el americano Tom Wener compró el Liverpool.
En 2008 el Manchester City fue adquirido por el Abu Dhabi United Group, propiedad del jeque de los Emiratos Árabes Unidos Sheikh Mansour bin Zayed Al Nahyan. El jeque Mansour no ha escatimado en gastos y los petrodólares han sido capaces de crear un equipo que compita por la Premier League y que en los próximos años estará entre los punteros de Europa.
Copado el mercado inglés, España es el nuevo objetivo de los grandes capitalistas asiáticos. Primero el jeque catarí Abdullah Bin-Nasser Al-Thani compró el Málaga y ahora, el indio Ahsan Alí Syed entra por el Cantábrico a nuestro fútbol.
Definitivamente el fútbol romántico ha muerto. Los petrodólares sustituyen al viejo amor por un club y los fichajes a base de talonario a la identificación con el equipo y la ciudad. Aunque de esto no tiene culpa el jeque Mansour ni Alí Syed, pues el fútbol lleva años derivando hacia esa dirección.
Pero, como todos los cambios, el del fútbol tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Es posible que el dinero de estos multimillonarios recién enamorados del fútbol, contribuyan a igualar los campeonatos. Se acabó el vivir de la historia. Quién dice que el Málaga no pueda estar disputando los puestos altos del campeonato en unas temporadas o que el Manchester City pueda proclamarse campeón de Europa.
Y lo que queda, pues los inversores seguirán llegando a un fútbol que los necesita si quiere seguir con este nivel de gasto. Habrá que resignarse s seguir unos colores y no lo que hay detrás. Es la lógica del fútbol moderno.